15  Mar  2010  por MANUEL RICO
Hagamos un fácil ejercicio de imaginación. Supongamos que un lehendakari del PNV monta una campaña de insumisión contra una ley aprobada por el Gobierno central, que incluya desde una recogida de firmas a una movilización de sus diputados para explicar las bondades de la rebelión. Supongamos, además, que un presidente de la Generalitat de CiU decide que él se pasa las órdenes del Ministerio de Cultura por el arco del triunfo mediante el sencillo método de aprobar un decreto-ley urgente en el Parlamento autonómico. ¿Se imaginan los titulares de la caverna, verdad? España, rota y pisoteada. El Gobierno socialista, una banda de pusilánimes entregada a los separatistas. El Estado de las Autonomías, una red de sanguijuelas que vive de chupar las mejores energías españolas. El futuro, Yugoslavia. El Apocalipsis, llamando a la puerta.

Y ahora olviden lo imaginado. Porque quienes en realidad se dedican a ciscarse en el Estado son Esperanza, Francisco y Mariano. Unos señores que no son peligrosísimos nacionalistas vascos o catalanes. Ellos son simplemente españolazos. Gente que puede incitar a la rebelión contra el Estado y despreciar las leyes del Gobierno central, porque ama mucho la fiesta de los toros y se fotografía sonriente con falleras mayores y menores.

Envueltitos en la bandera de España, Esperanza, Francisco y Mariano no tienen que dar a nadie explicaciones ni de trajes regalados, ni de financiaciones ilegales, ni de tesoreros corruptos, ni de respeto a las leyes. Ellos se ponen el Estado por montera mientras cultivan la charanga y la pandereta.

Una vergüenza. Un vómito. Una anomalía. Una desgracia.

Joomla templates by a4joomla